sábado, 28 de julio de 2012

Rio+20: Reflexiones sobre la economía verde ante el cambio climático II

En un contexto del pico del petróleo y la necesidad de nuevas políticas climáticas será indispensable apostar de forma decidida por la transformación en profundidad del sistema fiscal imperante, es decir, hay que impulsar una reforma fiscal ecológica. Solamente así aumentaremos de forma significativa la generación de energía renovable y simultáneamente poder reducir progresivamente la dependencia de los combustibles fósiles.
A tal efecto se debe concienciar a la sociedad de que el precio que pagamos por la energía proveniente de combustibles fósiles debe aumentar de manera que refleje los costes ambientales que genera su producción y consumo. Estas medidas fiscales tienen una clara ventaja: pueden disminuir por ejemplo el gravamen de la renta del trabajo. Pero no debemos quedarnos ahí. La sociedad debe apoyar un tratado post-Kyoto que esté lejos del voluntarismo y dependa de acuerdos vinculantes. Igualmente la política climática se puede fundamentar por un lado gravando la extracción de combustibles fósiles en origen, con lo cual el CO2 asociado con estos será gravado en toda la cadena de transformación y consumo final de bienes y servicios; y por otro lado, se debe apoyar de forma decidida las tecnologías en el sector de la energía renovable que aun siendo relativamente más caras presentan un futuro alentador. Pero este apoyo a las tecnologías limpias emergentes se topa con un fuerte freno: la falta de crédito. 
En época de estancamiento económico, y mucho más en caso de recesión, se restringe extraordinariamente el crédito. Esto tiene repercusiones económicas claras y constituye un obstáculo a la maduración tecnológica y, sobre todo, a la acumulación de potencia instalada. 
Este factor tiene una repercusión particularmente aguda en la energía eólica y en la electricidad solar termal, que requieren grandes inversiones por parque o planta. 
La economía verde debe ser consistente con la desmaterialización, sobre todo en los países de la OCDE, desincentivando el aumento del consumo y la generación de residuos, que invalida en gran parte cualquier política de desmaterialización. Para conseguir esto hay que empezar a desmitificar la necesidad del crecimiento económico que hoy en día se presenta como un objetivo en sí mismo, convirtiéndose en tótem incuestionable para las ideologías tradicionales tanto de izquierda como de derecha. No nos queda otra solución que plantear modelos donde la sostenibilidad, la equidad y la creación de empleo sean las metas. Esto supondrá repartir equitativamente el acceso a los recursos y al trabajo. Pero ante todo la sociedad debe de tomar conciencia de las tremendas amenazas a las que se enfrenta la humanidad para poder transitar hacia un modelo socio-económico realmente verde

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