lunes, 2 de julio de 2012

Introducción II

En 2011 se produce el informe Hacia una economía verde. Guía para el desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza, que reúne los enfoques y principales conclusiones de las informes anteriores junto a la idea de una transición de la economía marrón a la economía verde2. De este informe se destacan los siguientes propósitos: 
1. Contribuir a la reactivación de la economía mundial, a la conservación y creación de empleos y a la protección de los grupos vulnerables. 
2. Promover el crecimiento sostenible e incluyente y el logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM).
3. Contribuir a la reducción de la dependencia del carbono y de la degradación de ecosistemas. Hacerlo, por una parte, mediante incentivos fiscales y reformas políticas que fortalezcan sectores de la economía que el documento llama ‘verdes’; por otra, con reformas en la arquitectura de las políticas internacionales, de las que se espera logren restablecer la salud del sistema fi nanciero, amenazada por el cambio climático, el incremento del precio del petróleo, la disponibilidad de agua y tierras y una crisis generalizada. 
Así, se alimentó la Iniciativa para una Economía Verde, promovida, como se dijo, por Naciones Unidas en los últimos años, en colaboración con una amplia gama de asociados y expertos internacionales, que el escritor Edgardo Lander defi ne como un “nuevo marco conceptual en el que se dan en la actualidad los debates, negociaciones y procesos de formulación de políticas de prácticamente todos los organismos multilaterales” (Lander, 2011: 4). Esa propuesta de paradigma ha provocado una amplia discusión internacional en los círculos ambientales y sociales de cara a la próxima conferencia mundial conocida como Río + 20. Grupos y organizaciones consideran que con ella se profundizará la crisis sistémica de la humanidad y el planeta, al alimentar la privatización, mercantilización y financiarización de la naturaleza.

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