viernes, 6 de julio de 2012

Pago por servicios ambientales: nuevas mercancías I

Los primeros avances para ir armando una visión sobre la economía verde se basaron en la noción de Pago por Servicios Ambientales (PSA) o servicios ecosistémicos. Esta noción se fundamenta en conceptos de la economía ambiental, que, preocupada por internalizar los costos ambientales que generaban algunas actividades económicas, comenzó a considerar a la naturaleza en el ciclo de la economía, y abrió la puerta para dar el nombre de ‘servicios’ a lo que antes se consideraba como ‘funciones’:

  Para la economía ambiental –dice Toledo– las interrelaciones con el medio ambiente se dan bajo la forma de un flujo circular donde es posible identificar tres funciones económicas el medio ambiente: proveedor de recursos naturales, asimilador de desechos y fuente directa de utilidad. Estas funciones constituyen los componentes de una función general del medio ambiente: el soporte de la vida. Tales funciones tienen un valor económico positivo, si se compran y se venden en el mercado tienen un precio positivo. La cuestión estriba en que la economía no reconoce los precios positivos de estas funciones económicas del medio ambiente. En parte porque no existen mercados para estos bienes y en parte porque sus fallas o distorsiones no permiten valorarlos adecuadamente (Toledo, 1998). 

El cambio de ‘funciones’ a ‘servicios’ se hizo para poder mercantilizar esos bienes (la naturaleza y la biodiversidad), puesto que así se podían vender y comprar; también hubo que inventarles ‘dueños’, pues siempre habían sido bienes comunes y colectivos que, como dice Silvia Ribeiro, no se podía mercantilizar. Así, se mercantilizaron esas funciones, los conocimientos sobre biodiversidad, los cuidados tradicionales del agua, las cuencas y los bosques y se convirtieron en dueños algunas ONG y grupos dentro de las comunidades (Ribeiro, 2011).

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