viernes, 29 de junio de 2012

Cambio Climático: Otra vez el planeta se mira en Río (+20)

Al igual que en 1992, por los problemas medioambientales que afectan a la Tierra, la ciudad brasileña será la sede para que jefes de Estado, ongs y sociedad civil, discutan la forma de controlar el cambio climático, concebir una nueva arquitectura de gobierno mundial y cómo transitar hacia un nuevo modelo de civilización. El tema en discusión: “la economía verde”. Se viene Río+20.
Cuando el mundo recién comenzaba a salir de la guerra fría y el muro de Berlín había caído hacía apenas unos años, los gobiernos del planeta miraron hacia el cielo, los mares y el agua, donde encontraron un problema mayor y al cual no le habían prestado atención.
En meses, la palabra medioambiente comenzó a llenar páginas de diarios y revistas, creció la conciencia respecto al tema y la necesidad de sustentabilidad. Se le dio espacio a los ambientalistas y los partidos ecologistas, que desde hacía años alertaban sobre lo que estaba ocurriendo. Pronto, casi como una moda, el asunto se masificó.
Así, un poco arrastrados por sus pueblos, también por las mediciones científicas, los mandatarios del mundo se vieron envueltos en una vorágine que, casi sin darse cuenta, los llevó a Río de Janeiro en 1992.
Allí, cuando Chile era gobernado por Patricio Aylwin Azocar, se realizó la primera Cumbre de la Tierra de Río, después que la Comisión Mundial para el Desarrollo del Medio Ambiente de las Naciones Unidas concluyera que la vida del planeta se encontraba en riesgo debido a la erosión del medio ambiente.
El objetivo de dicho encuentro era concretar una política y un programa económico que permitiese reorientar la economía y salvar al planeta de una crisis anunciada. “Se puso en escena la propuesta del desarrollo sostenible para sacarnos de la debacle que el modelo de desarrollo había generado, con la acelerada extracción de los recursos naturales y la contaminación ambiental. Se apuntaba igualmente a restablecer los ritmos de crecimiento que permitiesen mantener las tasas de ganancia de modo de superar los índices de pobreza sin afectar el medio natural de vida de la población. Las clases dirigentes del mundo aceptaron la propuesta, atribuyendo una buena intención a los artífices de esta política”, señala un documento que relata lo ocurrido hace dos décadas.
Diez años más tarde, tras avances muy parciales e ineficientes sobre los objetivos fijados en Río, una nueva cumbre reunió a los mandatarios de casi todo el mundo en Johannesburgo 2002, donde por las urgencias que vivía el planeta las esperanzas puestas en el encuentro fueron muy altas y las frustraciones aún mayores. “Se vivió como un momento decisivo para la humanidad, una suerte de todo o nada donde el futuro del planeta se juega en el lapso de unos pocos días”, señala una fuente.
Hoy, a 20 años de la primera cumbre y 10 de la segunda, nuevamente Río concentrará a miles de personas para darle un impulso a una temática que preocupa cada vez más, tiene más adeptos, pero diversas (y contradictorias) recetas para enfrentarla. Es otro mundo el que recibe a este encuentro, donde aparecen nuevos temas en la agenda, como el aumento de la desigualdad, la amenaza terrorista, la crisis del sistema económico financiero y la cada vez más constatada amenaza de cambio climático.
Así, entre el 20 y 22 de junio, en la ciudad maravilhosa se realizará la próxima Cumbre de la Tierra
Río+20 -llamada oficialmente Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable y que
reunirá a líderes gubernamentales y ambientalistas de todo el mundo.
El llamado de las Naciones Unidas es ambicioso. Invita a los Estados, la sociedad civil y los ciudadanos a
“sentar las bases de un mundo de prosperidad, paz y sustentabilidad”, incluyendo tres temas en el orden del
día:
1. El fortalecimiento de los compromisos políticos en favor del desarrollo sustentable.
2. El balance de los avances y las dificultades vinculados a su implementación.
3. Las respuestas a los nuevos desafíos emergentes de la sociedad.
Dos cuestiones, íntimamente ligadas, constituyen el eje central de la cumbre: Una economía ecológica con
vistas a la sustentabilidad y la erradicación de la pobreza y, dos, la creación de un marco institucional
para el desarrollo sustentable.
“Estos objetivos son también los de todos los pueblos, todos los ciudadanos y ciudadanas del planeta. La consciencia de que el mundo se enfrenta a importantes cambios está cada vez más presente. Los ciudadanos muestran un coraje y una capacidad creciente para hacer oír sus voces y participar de los desafíos de la sociedad. Desde luego, aún es largo el camino entre la conciencia de las alternativas y la capacidad de nuestras sociedades, en particular de nuestras instituciones y nuestros gobiernos nacionales, para evaluar la dimensión de estas transformaciones y ponerlas en práctica. Es necesario además evitar que esta toma de conciencia se traduzca en un repliegue separatista o identitario, que aliente a oponer los intereses nacionales de unos y otros. La historia nos ha mostrado que dicho repliegue sólo puede conducir finalmente a callejones sin salida y a la guerra”, se señala en el portal “Construyendo la Cumbre de los Pueblos Río+20”.
En el mismo lugar, además, se reconoce que “los procesos de negociación internacional están
estancados desde hace más de diez años”, ya sean las negociaciones comerciales con la
suspensión de la ronda de Doha, sobre el clima con el fracaso de Copenhague o incluso la
incapacidad para reformar profundamente el sistema de Naciones Unidas concebido tras la Segunda
Guerra Mundial.
Destaca que sólo el G-20 puede aparecer hoy “como un reconocimiento, tímido y ambiguo, del hecho
de que los países más ricos se erigen en el directorio del mundo, de la necesidad de una gobernanza
mundial y multipolar”.
Así y todo, para los organizadores de la llamada cumbre paralela, Río+20 debe “significar un paso
adelante” porque, según ellos “es imposible que exista una gestión efectiva de las interdependencias,
a la altura de las necesidades, sin una amplia convergencia y un verdadero diálogo entre todos los
pueblos y los ciudadanos del planeta, sin que los Estados abandonen su soberanía, sin establecer
colectivamente los cimientos de una gobernanza mundial legítima, democrática y eficaz. Todo ello
supone, previamente, la consciencia de un destino común y la creación progresiva de una comunidad
mundial, que aprenda a descubrirse y gestionarse por sí misma, afirmando sus identidades locales y
regionales. Esta obra gigante, que exige mucho tiempo y esfuerzo, acaba de comenzar”.
QUIÉNES IRÁN
En Brasil, durante los tres días de junio, estarán presentes tres actores principales: los gobiernos y los
jefes de Estado reunidos en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable, las
organizaciones no gubernamentales del sistema de Naciones Unidas, reagrupadas en el seno del
Foro de Partes Interesadas (“Stakeholder Forum”) y los ciudadanos y las organizaciones de la
sociedad civil.
A diferencia de tiempos pasados, estos últimos no conformarán una cumbre paralela ni una contracumbre,
sino que serán actores fundamentales de Río+20.
Según el portal de la Cumbre de los Pueblos, además de los temas planteados por la ONU, se
debatirán “tres cuestiones fundamentales” como “qué ética necesitamos para sentar las bases de una
nueva civilización que haga frente a los peligros del mundo actual, cree nuevas formas de vida y abra
nuevas perspectivas a la aventura humana en el comienzo del siglo XXI, qué organización debe
concebirse para construir una nueva gobernanza mundial y cómo construir una economía sustentable
capaz de hacer frente a la pobreza y a la concentración de la riqueza”.
Dentro de los desafíos, sin duda, aparece en primer lugar en la agenda el control del cambio climático
y luego la concepción de una nueva arquitectura de la gobernanza mundial y la transición hacia un
nuevo modelo de civilización.
“Para hacer frente a estos desafíos y desarrollar estrategias de cambio, será necesario inevitablemente experimentar nuevas formas de dialogar, construir propuestas y alianzas para promoverlas. Se necesitarán tres esfuerzos íntimamente ligados:
•Reflejar la diversidad mundial: en otras palabras, ¿cómo hacer para que los actores de todas las regiones del mundo y todos los sectores sociales y profesionales puedan sumarse?
•Intercambiar propuestas y construir una visión unificadora y sistémica: esto requiere un esfuerzo que exige una síntesis y la puesta en relación de las propuestas.
•Experimentar modos de diálogo que combinen participación efectiva, interactividad y profundización
conceptual”.
A diferencia de otras cumbres, esta vez la sociedad civil ha estado organizada y preparando una
serie de encuentros con el objeto de que su accionar no se limite a la protesta.

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