Los cambios previstos
podrían producir, además, un
incremento en el número de
personas en peligro de contraer
malaria del orden de decenas de
millones por año, principalmente
en las zonas pobladas menos
protegidas, en áreas templadas y
en los trópicos y subtrópicos.
Podrían, también, presentarse
incrementos en enfermedades
infecciosas como la salmonelosis,
el cólera y otras relacionadas
con el agua y los alimentos, en
especial en regiones tropicales y
subtropicales, debido a los efectos
del clima en la distribución y
temperatura del agua y sobre la
proliferación de microorganismos.
El aumento del nivel del mar
podría, de igual manera, producir
impactos negativos sobre los
asentamientos humanos, el
turismo, los suministros de
agua dulce, la pesca, las
infraestructuras expuestas, los
suelos agrícolas y secos, así
como los pantanos, causando
pérdidas de tierras y económicas
y el desplazamiento de millones
de personas.17
Por su parte, los
ecosistemas naturales podrían
verse afectados de diversas
formas: cambios en la
composición y productividad
de los sistemas ecológicos,
pérdida de biodiversidad,
alteraciones en la distribución de
especies de bosques, decoloración
y desaparición de arrecifes de
coral, etcétera.
Las emanaciones de gases
de invernadero generadas
por la actividad humana
son responsables, al menos
en parte, del cambio
climático. Sin embargo,
dentro de esta
responsabilidad,
compartida por toda la
humanidad, cabe hacer
una diferenciación de
acuerdo con la
contribución histórica en
términos del volumen de
emisión de estos gases.
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