Los países andinos son un centro de observación temprana de lo que ocurrirá
en el resto del mundo en mayores plazos; y, también,
son centros demostrativos para evaluar la aplicación
de tecnologías y métodos para prevenir, mitigar y
adaptarse a los diferentes aspectos que comprende
este fenómeno, que ha sido acelerado e intensificado
por la actividad humana.
Los países andinos, en definitiva,
son el “Banco Central de la Vida de la Tierra”,
por la mega diversidad de su biología.
El gran desafío de encarar el cambio climático es una
oportunidad para movilizar a toda la sociedad para enfrentar
los problemas del subdesarrollo, capitalizar la
economía, superar la pobreza del 55% de la población y
la desigualdad social y fortalecer las instituciones del
Estado en el ámbito local, regional y nacional.
Los países andinos tienen una extraordinaria
singularidad geográfica por la diversidad y heterogeneidad
de los ecosistemas y de su biología.
Sus montañas tienen una gran importancia para
la comunidad internacional, porque contribuyen
a formar el clima del planeta. Sus bosques amazónicos
constituyen reservas ecológicas globales
de 370 millones de hectáreas, y que tienen el potencial
de proveer un valor de servicio al mundo a
través de la oxigenación del ambiente, como reguladores
del clima, generadores de lluvia y agua,
estabilizadores de suelos y promotores de la salud
general de toda la vida del planeta. Si se disloca el
círculo hídrico y de energía entre los Andes y los
bosques de la Amazonía, se alterarán los climas
de la Tierra.
La sabanización de la Amazonía y la desertificación
de las montañas andinas son procesos que podrían
intensificarse durante este siglo, por lo que los países
andinos deben fortalecer su capacidad de gobierno
en temas de gestión ambiental y de estrategias
de adaptación al cambio climático, desde el ámbito
local, para enfrentar con efectividad los efectos del
cambio en clima que está en curso, en las magnitudes
estimadas en este estudio.
Es claro, sin embargo
que para ello, el financiamiento de la adaptación por
parte del mundo desarrollado es ineludible. Está en
nuestras manos proteger nuestra riqueza natural,
lo cual tiene un costo elevado y es una responsabilidad
compartida con el resto del Mundo. En esta
tarea, emprender un vigoroso movimiento que integre
las políticas de los países de América del Sur
para investigar lo que puede ocurrir y responder
de manera conjunta a un desafío común, debe ser el
punto prioritario en la agenda de la región.
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