lunes, 14 de enero de 2013

El Protocolo de Kyoto

En 1997, en la ciudad japonesa de Kyoto, los gobiernos dieron un segundo paso aprobando un importante protocolo. Este tratado compromete a los países industrializados entre ellos a reducir o limitar sus emisiones de gases de efecto invernadero y a alcanzar ciertos objetivos en materia de emisiones para 2012.
Cada país tiene asignado un objetivo. El Protocolo de Kyoto se centra en los países industrializados porque ellos son los responsables de la mayor parte de las emisiones de gases de efecto invernadero pasadas y presentes, además de poseer los conocimientos y los medios económicos necesarios para reducirlas. Por ejemplo, la cantidad de gases de efecto invernadero producida en la UE es de 11 toneladas por ciudadano y año, en tanto que los países en desarrollo producen solamente 1 tonelada por ciudadano y año aproximadamente. El Protocolo de Kyoto entró en vigor el 16 de febrero de 2005. Hasta la fecha, 150 gobiernos, incluidos los 25 de la UE, lo han aprobado oficialmente (). Treinta y seis de ellos son países industrializados que tienen fijados objetivos para 2012, la mayor parte de los cuales exigen una reducción de los gases de efecto invernadero comprendida entre el 5 y el 8 % con respecto a los niveles de 1990. Solo Estados Unidos y Australia han decidido no participar en el Protocolo de Kyoto, aunque inicialmente tuvieran previsto hacerlo. 
El Protocolo de Kyoto es un primer paso —ya en el momento de negociarlo era evidente que no bastaría para detener el cambio climático—, pero un primer paso crucial, porque anuncia al resto del mundo que la gran mayoría de las naciones industrializadas están dispuestas a cambiar de rumbo para salvar el clima del planeta. Además, ha introducido varios mecanismos que permiten a los países cooperar en la reducción de emisiones, abaratándola.

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