La ética medioambiental del siglo XXI se caracteriza por nuestra toma de conciencia de
estar conectados, de forma compleja, con los demás. El imperativo moral, en términos de la ética
medioambiental actual, consiste en apoyar las capacidades regenerativas de la naturaleza, mientras
se limitan las demandas excesivas de nuestra cultura consumista.
Asimismo, hay que distinguir entre
aquellas innovaciones que generan un valor agregado y alargan la vida y aquellas tecnologías cuyo
costo ecológico de producción es superior al valor agregado que procuran para la vida humana.
Al
poner el medioambiente en el orden del día, la COMEST puede dar paso a una mayor toma de
conciencia por parte de actores individuales y colectivos respecto a su responsabilidad global para la
supervivencia de muchos otros anónimos, incluyendo las plantas y animales, la calidad de nuestras
tierras y océanos y el color de las nubes y el cielo que pueden verse afectados, negativa o
positivamente, por lo hecho y no hecho respecto al medioambiente.
H. Richardson: Desde el comienzo del siglo XXI, enfrentamos desafíos medioambientales cada vez
más serios, pero también empezamos a desarrollar respuestas con mayor criterio y sustento, e
incluso, con una mejor comprensión de los principios que deberíamos tomar en cuenta para afrontar
estos desafíos. La COMEST tiene una experiencia notable en materia de ética medioambiental y,
pese a que el mandato de algunas de sus figuras ha llegado recientemente a su fin, estoy
entusiasmado de que hayamos logrado atraer a nuevos miembros con trayectorias relevantes en este
ámbito.
Es el momento de construir a partir del trabajo realizado en nuestra séptima reunión ordinaria
de Doha (Qatar), el pasado otoño, donde formulamos y adoptamos un Marco de Principios Éticos y
Responsabilidades con respecto a la Adaptación al Cambio Climático.
¿Por qué el cambio climático es un problema ético? ¿Cómo puede la ética abordarlo?
R. Ibana: Los efectos adversos del cambio climático sobre las poblaciones humanas y no humanas
son irreparables. Resulta muy difícil para las víctimas de las catástrofes naturales recuperarse de la
destrucción de sus hogares, de la pérdida repentina de sus seres queridos y del perjuicio ocasionado
a sus planes de futuro. El cambio climático priva a las poblaciones vulnerables de su derecho a vivir
dignamente, el cual radica en la predictibilidad de los patrones del mundo natural.
La ética está relacionada con los estilos de vida: deriva de la palabra griega ethos, que viene a ser
una disposición o forma de vivir y tratar con el mundo. Además, sólo los humanos han desarrollado
una variedad de etos. Los orígenes antropogénicos del cambio climático pueden, por lo tanto, ser
modificados, o incluso invertidos, si los humanos logran comprender mejor las consecuencias de su
etos en el entorno. Además, la ética no es un mero código de prohibiciones sobre lo que no debemos
hacer en relación con los demás. No se trata de asignar culpas a otros seres anónimos, quienes
podrían ser responsables por el tipo de humanidad voraz que se refleja en el estado actual de nuestro
entorno natural.
A través de nuestras acciones e inacciones contra la naturaleza, todos tenemos una
parte de responsabilidad.
Sin embargo, el aspecto más importante de la ética medioambiental consiste en reflexionar en lo que
podemos hacer para regenerar los poderes vigorizantes de la “naturaleza”, una palabra derivada del
término latín “nasci”, nacer. Nuestras acciones ilustran en qué nos hemos convertido como seres
humanos y podemos desarrollar el aspecto más positivo de nuestra humanidad siendo más
generosos y mesurados respecto a nuestro entorno natural.
H. Richardson:
El cambio climático apunta a problemas éticos, ya que amenaza el disfrute de los
derechos humanos básicos en distintos niveles, porque el formular y aceptar soluciones adecuadas
supera el mandato de lo que los organismos internacionales pueden asumir legítimamente, y debido a
que la justa asignación de las cargas relativas a la implementación de cualquier solución plantea
problemas críticos de justicia. Cuando las políticas afectan seriamente a los derechos humanos, la
reflexión ética resulta crucial para llegar a conclusiones adecuadas.
Es necesario reflexionar sobre las
necesidades éticas de una gobernanza legítima para enfrentar los desafíos relativos que planeta esa
legitimidad. Y los problemas de equidad y de justicia han sido siempre claves en la reflexión vinculada
a la ética humana.
Ninguno de estos problemas es meramente técnico. Abordar cualquiera de estos problemas de forma
responsable conlleva adoptar una perspectiva que contemple, plena y equitativamente, no sólo los
intereses, sino también los derechos y las reivindicaciones de todas las personas, y al menos
preguntarnos qué otros intereses y reivindicaciones –de otros seres vivientes o de los sistemas
naturales– deberíamos tener en cuenta. Escoger dicha perspectiva, me permito argumentar, significa
adoptar la perspectiva de la ética.
En 1997, UNESCO adoptó la “Declaración sobre las Responsabilidades de las Generaciones
Actuales para con las Generaciones Futuras”. ¿Piensa que esta Declaración sigue teniendo validez?
Si es así, ¿qué debemos hacer para que sea más visible y eficiente?
R. Ibana: Nuestra responsabilidad para con las futuras generaciones tiene que ver con la calidad de
vida en la tierra que debemos transmitir al futuro en un estado que, idealmente, debería ser mejor que
el que nos encontramos. Si el progreso humano aspira a tener un significado, este no debería ser
simplemente más rápido y con tecnologías más eficientes, sino basarse en un mundo más amable en
el cual la gente pueda sentirse más segura de sus vidas con sus seres queridos y en armonía con sus
entornos.
Hay principios legales y éticos, como “la solidaridad intergeneracional” o “la resiliencia” que han sido
desarrollados para proteger a las generaciones futuras. En mi opinión, nunca deberíamos subestimar
los mecanismos que utiliza la sabiduría local o vernácula para enfrentar los problemas
medioambientales. Tal vez podamos desarrollar más estos principios y difundir los éxitos logrados
por las tecnologías locales en aras de proteger y avanzar la causa medioambiental en beneficio de la
siguiente generación en lugar de, simplemente, culpar y castigar por los logros y errores de nuestros
predecesores.
De lo contrario, la generación futura también nos culpará por lo que hemos hecho y no
hemos hecho en materia ambiental.
H. Richardson: La Declaración es tan significativa hoy como lo fue cuando se adoptó. Ahora, con la
cuestión del cambio climático, nos enfrentamos a las decisiones más serias a la que nos hemos
enfrentado en la historia en relación con nuestro impacto sobre las generaciones futuras. Los
economistas se preocupan por las tarifas de descuento adecuadas, si es que éstas existen, a aplicar
a la hora de evaluar la seriedad de la baja-probabilidad y lejano-futuro de catástrofes de gran escala.
En complemento de un enfoque calculador como este, la Declaración ofrece algunos recordatorios
categóricos útiles: debemos actuar para proteger la diversidad cultural y biológica, no debemos dañar
de forma irreversible el patrimonio común de la humanidad. ¿Cómo podemos asegurarnos de que
estos importantes recordatorios categóricos se consideren de manera adecuada? Me gustaría
saberlo.
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