Mientras el Hegemonismo causa morbidez deliberada en el agua a fin de alcanzar “la armonía entre
las Tasas de Mortalidad y Natalidad”, que ha de permitirle proseguir con su sistema salvaje “en
concordancia a los techos de demografía”; mientras el Hegemonismo corrompe la comida, diseca
químicamente terrenos y campos; mientras sus bombas de uranio irradian y mutan nefastamente a un
Pueblo tras otro en Irak, Yugoslavia, Afganistán, Libia..., el propio Hegemonismo nos conciencia del
“Cambio Climático” y de “nuestra culpa, sucia, grandísima culpa”.
El Hegemonismo esconde a la
Muerte -se esconde a sí mismo- tras espectaculares ropajes fluorescentes. Estrambóticos ropajes
que nos imploran por la pureza atmosférica y contra un fantasmagórico “calentamiento global” (pues
es contextual) aposentados desde esas Dependencias e Instancias que convierten la Tierra en
infierno. Ellos -nuestros asesinos- nos “alertan” respecto de nosotros mismos, pero en este punto se
hace interesante recordar la respuesta que Mao diera al “pragmatismo” ideológico de control de
natalidad:
“Toda persona nace sobre la tierra con un estómago y dos manos para alimentarlo. ¿Dónde puede
residir, entonces, el problema?”.
Por supuesto, el problema reside en un sistema voraz de ordenación
imperialista mundial en guerra abierta con la vida a fin de reproducirse a sí mismo y al modo
específico de “vida” social reproducida consigo mismo (“vida” social alienada de lo que pudiera ser
cubrir necesidades a través de su propia actividad objetiva consciente).
Por lo demás, es prioritario que la biliosa maquinaria de culpa funcione proyectándose “hacia afuera”,
enemistando a las ciudadanías brasileñas, rusas, sudafricanas, ecuatorianas, bolivianas, chinas o
indias con “la gris proliferación industrial” y sus apocalípticas calamidades.
Y tanto más si los “pérfidos
fabricantes” no cumplen “con la Legalidad internacional” en materia de filtros y vertidos.
O de eso acusa por lo menos el Hegemonismo en sus “informes”, enmascarados con el fragante “más
allá del Bien y del Mal” al que aún huele para tantos el sello de “la ONU” o del “tejido civil nogubernamental”.
Con apremio se pone, la ingeniería social, a buscar sembrar en esas latitudes una
“juventud de sensibilidad ecológica” aquejada, en su sentido de la estética, de la fealdad fabril, y
siempre dispuesta a marchar o a ocupar plantas “to save the Planet”.
Preservar la virginidad del “Amazing Planet” parece ser “lo obvio” pensando en “el no-occidente”,
aunque tal pureza prístina aparezca recorrida y rebozada por cementerios millonarios de tugurios de
miseria. Ya nos lo rezan claro los variopintos marcos “teóricos” particularistas dentro de la “Ciencia
Social” -Antropología, Sociología, Ciencias Medioambientales, Ciencias Políticas...- dominante en
postmodernidad: la tecnología, técnica, inversión en innovación, los humos, las fábricas, la producción
masiva, el “consumo”..., son feo distintivo “de occidente”, contra cuyo mimetismo mundial galopante ha
de luchar todo buen ser humano respetuoso de “la multi-diversidad” (en común dependencia y miseria
con raíz compartida de in-producción material).
¡Y a “conservar la diferencia cultural”!, salvo, claro está, si el tramo productivo fabril, la mina o el
yacimiento que aprisiona a “la alteridad” es de propiedad y Capital occidentales. En ese caso último
basta con derramar lágrimas de cocodrilo ante la fatal imbatibilidad del “crecimiento expansivo”, y
conformarse con que al menos tanto prosaísmo exportado sea en aras del Progreso: coordenada
donde los denostados “consumo” y “mentalidad de consumo” se vuelven “relativo acceso a bienes y a
cuotas de Bienestar”.
Las cartas de la discordia científica
Recientemente, parte de la “comunidad” científica amanecía indignada por lo que varios científicos
consideran fraude premeditado tras “estudios”, datos e indicadores alusivos al “gran y fatal cambio”.
Esta indignación se revelaba en mails e intercambio de cartas formando parte de “cables” -o leakscelosamente
guardaditos, en nombre del secreto profesional, por los Padrinos promotores del “mundo
académico y de la investigación”, pero que han llegado a ser objeto de filtro y así de trascendencia
“pública”.
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