Si bien mantengo un desacuerdo táctico con respecto a la efectividad del método escogido, no
podría estar más de acuerdo con el portavoz del grupo, Ben Lowe: “Es una larga lucha la que nos
hemos comprometido a librar”. De modo que la pregunta crucial resulta que es: ¿votar por Obama
como el menor de dos males climáticos forma parte de esa larga lucha? Mi respuesta es la misma
que da Chris Hedges en su excelente artículo en Truthdig, y consiste en un definitivo no:
Las elecciones de noviembre no son una batalla entre republicanos y demócratas.
No son una
batalla entre Barack Obama y Mitt Romney. Son una batalla entre el estado empresarial y
nosotros. Y si no nos entregamos a esta batalla de inmediato, estamos acabados, como han
dejado bien claro los científicos…
El estado empresarial ha librado con éxito una campaña de temor para dejar sin poder a votantes
y ciudadanos. Al intimidar a los votantes por medio de un aluvión de propaganda con el mensaje
de que los norteamericanos han de votar por el mal menor y que afirmarse de modo desafiante en
favor de la justicia y la democracia resulta contraproducente, consolida la agenda de dominación
empresarial que tratamos de desbaratar.
Esta campaña de miedo, hábilmente difundida gracias a los 2.500 millones de dólares gastados en
propaganda política, ha silenciado la oposición política real. Ha convertido en parias a esos pocos
políticos y líderes que tienen el valor de resistir, como Stein y Ralph Nader [candidatos del Partido
Verde], a los que se niega voz en los debates y el discurso nacional. Capitulación, silencio y temor,
con todo, no constituyen una estrategia. Garantizarán todo lo que tratamos de evitar.
Tal como apunta Hedges, a lo largo de la historia nuestro bando sólo ha conseguido algo cuando
nos hemos organizado de modo independiente y hemos construido movimientos y partidos
políticos fuera de y en oposición a los partidos y políticos de la corriente dominante.
Tomemos,
por ejemplo, el discurso del Estado de la Nación de Richard Nixon en 1970, que incluye una
extensa discusión sobre la necesidad de afrontar “La gran pregunta de los años 70” y si ¿Nos…
rendiremos a nuestro entorno, o haremos las paces con la naturaleza y empezaremos a reparar
los daños que le hemos infligido a nuestro aire, nuestras tierras y nuestras aguas?
Devolver la naturaleza a su estado natural es una causa que rebasa partidos y facciones. Se ha
convertido en una causa común a todas las gentes de este país. Es una causa de particular
importancia para los jóvenes norteamericanos, porque ellos, más que nosotros, sufrirán las
consecuencias de nuestra incapacidad de actuar en programas que se necesitan hoy si queremos
impedir luego el desastre.
Aire limpio, agua limpia, espacios abiertos, estos deberían ser derechos de nacimiento de todo
norteamericano. Si actuamos hoy, pueden serlo.
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