Río de Janeiro, 21 jun (EFE).- Un centenar de indígenas de varios países exigió hoy que les devuelvan
sus "tierras ya", al presentar sus exigencias sobre conservación de la naturaleza a representantes de
la ONU en la Conferencia sobre Desarrollo Sostenible Río+20.
Representantes de pueblos nativos de Brasil, Ecuador, Paraguay, Bolivia, Canadá y Filipinas, entre
otros países, llegaron hasta el cordón de seguridad que protege a los jefes de Estado y de Gobierno
que están reunidos en Río de Janeiro.
Ataviados con taparrabos, arcos y flechas, los indígenas descubrieron una gran pancarta que decía:
"Que nos devuelvan nuestras tierras y territorios ya".
Los manifestantes se acercaron a la barrera de decenas de policías y militares donde se encontraron
con el secretario de Presidencia de Brasil, Gilberto Carvalho, a quien entregaron el documento que
contiene las demandas que entre todos acordaron exigir a la ONU.
Una decena de portavoces de los indígenas traspasaron el cordón policial con el permiso pertinente
para entregar directamente el texto a las Naciones Unidas.
En la protesta también se encontraban delegados y diplomáticos de las Naciones Unidas que
estaban para mediar entre las fuerzas de seguridad y los participantes de la marcha.
Moya Nomenga, un representante de un pueblo indígena de Ecuador, explicó a
Efe que pidieron el fin
de las actividades petroleras en su país en el texto entregado a las Naciones Unidas.
Los indígenas venían desde la aldea llamada Kari-oca, instalada por ellos mismos en una zona
selvática en el barrio de Jacarepaguá de Río de Janeiro, a unos cinco kilómetros del centro de
convenciones que acoge la conferencia Río+20.
En este lugar, nativos y activistas estuvieron consensuando hasta hoy el texto que entregaron a la
ONU.
Mario Santos, activista indígena, explicó a Efe que han escrito un documento único en defensa de la
"madre tierra, que es la que da vida".
Río+20, que concluye mañana, viernes, se celebra en el vigésimo aniversario de la Cumbre de la
Tierra de 1992, que también se celebró en Río de Janeiro y albergó una aldea de indígenas de varios
países.
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