Por eso el asunto es menos novedoso de lo que
se cree. Diversas organizaciones sociales y grupos
ambientalistas habían denunciando las políticas
y los programas que venían promoviendo
procesos de mercantilización y comercialización
de la vida. Iniciando el siglo, diversas entidades,
grupos de investigación y activistas realizaron
variados informes y análisis sobre el tema. En
2004, Grain divulgó un interesante artículo llamado
Aire no te vendas, en el que desarrolla el
origen y el trasfondo de los conceptos “servicios
ambientales” y “pago por servicios ambientales”
como discursos promovidos desde economistas,
funcionarios públicos e internacionales y organismos
de desarrollo. Para Grain, ha sido tal la
promoción a estos conceptos lo que se ha naturalizado
un lenguaje mercantil sobre los bienes
comunes, volviéndose obvio e incuestionable.
En 2005, Amigos de la Tierra Internacional
publicó el documento Naturaleza en venta.
Impactos de la privatización del agua y de la
biodiversidad. Exponiendo 34 casos, la más
grande Federación de grupos ambientalistas
documenta los impactos sociales y ambientales
negativos de la privatización del agua
y de la biodiversidad y analiza el papel de las
instituciones internacionales Banco Mundial y
Fondo Monetario Internacional (FMI) en la formulación
de políticas que actualizan y refuerzan
el rol los países no industrializados como
proveedores de materias primas, acentuando
su situación desigual con respecto a los industrializados
y su dependencia.
Ese mismo año, la Coalición Mundial por los
Bosques (Global Forest Coalition) publicó Los
nuevos mercaderes. La vida como mercancía.
Esta investigación critica el hecho de que quienes
promueven la comercialización de la vida
presumen que cualquier bien es un recurso
y debe incorporarse al mercado para refl ejar
apropiadamente los costos de su utilización y
abogan por que se recompense monetariamente
los benefi cios emanados de su conservación
(Lovera, Roa y Vélez, 2005).
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