Dicho de otro modo, aquellos que contaminan
pueden pagar a otros que tienen biodiversidad
“para que se encarguen de limpiar sus
destrozos y no tener que hacerlo ellos mismos”
(Gilbertson, 2011: 164). Es lo mismo que
trasladar a otros países la responsabilidad de
las emisiones y también la responsabilidad de
los impactos. Además de un problema ético, es
un asunto de realidad: con la invención de los
mercados de carbono, se evade el verdadero
origen del desorden climático y por tanto, la
necesaria solución que es reducir la quema de
combustibles fósiles. En eso consiste ser una
falsa solución.
De otra parte, quienes los promueven están patrocinando
la privatización de la atmósfera.
Los mercados de carbono se basan en la idea de
que las reducciones de emisiones de [gases de
efecto invernadero] GEI pueden convertirse en
mercancías, es posible establecerles un precio
[...], pueden ser compradas o vendidas, creando
un mercado artifi cial a partir de la obligación
de los países de reducir sus emisiones. A partir
de la conceptualización neoclásica de que sólo
al establecer un precio para las mercancías,
incluidos los bienes comunes (aire, agua), se
generarán incentivos para su preservación, se
espera que la mercantilización del carbono y
las emisiones genere incentivos para su reducción
(Forero, 2011).
El resultado es la creación de un gran mercado:
De hecho, todo el planteamiento del mercado
de emisiones de CO2, uno de los elementos
claves del Protocolo, es promovido por Richard
Sandor, inventor del mercado de derivados
fi nancieros en los 70 en Estados Unidos (Lohman,
2008). Y lo mismo podríamos decir de los
llamados Mecanismos de Desarrollo Limpio
(MDL). [...] La gran Banca de Inversión (Goldman
Sachs, Morgan Stanley, etc.) estaba claramente
a favor, debido a las importantes perspectivas
de negocio del comercio de emisiones
(Noble, 2007) (Fernández, 2011: 96).
En síntesis, el comercio de emisiones es un sistema
muy complejo que crea un mercado artificial con una mercancía ficticia (Fernández,
2011), con un objetivo muy sencillo: “abaratar
los costos que las empresas y los gobiernos
deben destinar a cumplir con los objetivos de
reducción de emisiones” (Gilbertson y Reyes,
2011: 169).
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