En las negociaciones sobre el clima, el Protocolo
de Kyoto propició el esquema de mercado
más desarrollado en el mundo, que incluye los
mecanismos de desarrollo limpio4 y de implementación
conjunta. Este comercio de emisiones,
además de que es una falsa solución,
permite que haya apropiación privada de la
atmósfera. Veamos.
La invención de los mercados de carbono parte
de la premisa de que el carbono que se emite
al quemar fósiles puede compensarse en un lugar
distinto al que fue emitido. Estados Unidos,
por ejemplo, el principal emisor de dióxido de
carbono en el mundo, puede seguir emitiendo
y a la vez hacer alguna labor compensatoria en
otro lugar del planeta. Quienes quieren seguir
contaminando en el mundo industrializado,
pueden negociar los llamados servicios ambientales
que prestan los océanos, los bosques
o los suelos para absorber carbono; en este caso,
proveniente del excedente de gases de efecto
invernadero producido, extraído y quemado por
las empresas contaminantes.
Este comercio de carbono está creando en la
práctica derechos de contaminación, pues permite
que los países industrializados y empresas
contaminantes de Europa, Asia o Norteamérica
vayan a reducir emisiones a donde les resulta
más económico y rentable, en países como México,
China, Colombia o Ecuador:
Los derechos de contaminación [...] son [...]
una mercancía de gran venta en los mercados
financieros. Bancos privados como BNP Paribas
y Credit Suisse, junto con intermediarios y
comercializadores como Cargill, AgCert y Gazprom
Marketing & Trading, los compran para
especular y venderlos a terceros. ¿Y por qué no?
Los precios son volátiles y se puede ganar mucho
dinero. Y si el mercado global de derechos
de contaminación por gases de efecto invernadero
se vuelve tan grande como algunos prevén
–billones de dólares–, nadie en Wall Street
u otros centros fi nancieros puede darse el lujo
de quedar fuera (Lohmann, 2010).
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