Si bien se observa, en las últimas décadas, la
cuestión del cambio climático se instaló con
marcado acento en los debates internacionales
de instituciones internacionales, gobiernos,
agencias de cooperación, investigadores y medios
de comunicación y para algunos analistas
se trata del principal problema que deberá enfrentar
la humanidad en los próximos años.
La
manera en que se ha dado énfasis al tema climático
oculta el significado y la importancia de
la crisis ambiental y civilizatoria, cuestión que
se explica por cuanto abre el camino para que
surja la propuesta de economía verde.
La noción de economía verde se ha pensado
para redirigir las inversiones económicas al
llamado ‘capital natural’ y de esa manera enfrentar
la crisis financiera, con el discurso de enfrentar
el cambio climático; con ese propósito,
se dan a las empresas estímulos fiscales para
que inviertan en energías llamadas limpias o
verdes (como agrocombustibles) y para ampliar
los mercados de carbono (Ribeiro, 2011). Lo que
está en juego en Río+20 es “un reordenamiento
discursivo y geopolítico global, consolidando
nuevos mercados financieros con la naturaleza
y más control oligopólico de los recursos naturales,
legitimando nuevas tecnologías de alto
riesgo y creando las bases de una nueva estructura
de gobernanza ambiental global que facilite
el avance de una ‘economía verde’ en clave
empresarial” (Ribeiro, 2011).
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