Nuestra atmósfera actúa como una cubierta protectora
y transparente en torno a la Tierra. Deja pasar la luz
solar y retiene el calor. Sin ella, el calor del Sol rebotaría
inmediatamente en la superficie terrestre y se perdería en
el espacio. De ser así, la temperatura de la Tierra sería
unos 30 ºC Celsius más baja: todo se congelaría. Así que
la atmósfera funciona un poco como el techo de cristal de
un invernadero. Por eso se habla del «efecto invernadero».
Los responsables de este efecto son los «gases de efecto invernadero» que forman parte de la atmósfera y retienen el calor. La mayor parte de los gases de efecto invernadero se generan de forma natural. Sin embargo, a partir de la revolución industrial del siglo XVIII, las sociedades humanas también los producen, y debido a ello sus concentraciones en la atmósfera son más elevadas ahora que en los últimos 420 000 años. De esta manera se intensifica el efecto invernadero, ocasionando un aumento de las temperaturas en la Tierra: el cambio climático.
Los responsables de este efecto son los «gases de efecto invernadero» que forman parte de la atmósfera y retienen el calor. La mayor parte de los gases de efecto invernadero se generan de forma natural. Sin embargo, a partir de la revolución industrial del siglo XVIII, las sociedades humanas también los producen, y debido a ello sus concentraciones en la atmósfera son más elevadas ahora que en los últimos 420 000 años. De esta manera se intensifica el efecto invernadero, ocasionando un aumento de las temperaturas en la Tierra: el cambio climático.
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