Existe, además,
evidencia observacional de
que6 el nivel medio del mar
está subiendo (de 1900 a 1999
aumentó entre 10 y 20 cm); los
glaciares no polares se están
reduciendo en todo el mundo;
los hielos del Ártico están
adelgazando en verano; en
eventos de fuerte precipitación
está cayendo una mayor
proporción de la misma; la
incidencia de sucesos climáticos
extremos está aumentando en
algunas partes del mundo; los
episodios de El Niño han sido
más frecuentes, persistentes e
intensos desde mediados de
la década de los años 70,
comparados con los observados
durante el siglo pasado; en
algunas regiones, como
en partes de Asia y África, se
ha observado un incremento en la frecuencia e intensidad de
las sequías durante las últimas
décadas; algunos aspectos
importantes del clima parecen no
haber sufrido cambios, tal es el
caso de la frecuencia e intensidad
de las tormentas tropicales y el
número de días con tormentas
eléctricas o granizo.
De la misma forma,
algunos cambios en los sistemas
biológicos, como la aparición
temprana de flores en árboles, la
puesta de huevos de aves antes
de lo usual, el alargamiento de
la temporada de cultivo en el
hemisferio norte, el cambio
de rangos de distribución de
insectos, plantas y animales
hacia los polos y hacia mayores
altitudes y la incidencia creciente
de corales decolorados se han
asociado a cambios regionales
en el clima. Si bien dichos
sistemas biológicos están sujetos a
numerosas presiones que pueden
alterar su comportamiento,
debe notarse que los cambios
observados son consistentes con
respuestas biológicas al clima
bien conocidas.7
La información
disponible sugiere que la
actividad humana está implicada
en las modificaciones del
clima y, en particular, en el
calentamiento observado en los
pasados 50 años8; de hecho,
el aumento de temperatura
observado desde alrededor de
1970 no se puede explicar
considerando sólo fenómenos
naturales (por ejemplo, las
alteraciones en la actividad solar
y las exhalaciones volcánicas)9.
Las emisiones anuales
promedio de CO2 por quema
de combustibles fósiles y
cambios de uso de suelo en la
década de los años 90 fueron de
alrededor de 7 500 millones
de toneladas de carbono (MtC),
y se espera que para el 2100
sean de entre 5 mil y 35 mil MtC.
Durante los últimos 20 años,
la incorporación de CO2 a la
atmósfera se ha debido en 75.0%
a la quema de combustibles
fósiles, y el resto, prácticamente,
a cambios de uso de suelo, en
particular a la deforestación. Este rango de emisiones
significaría que la concentración
atmosférica de CO2 actual,
de 368 partes por millón por
volumen (ppmv), pasaría a estar
entre 540 y 970 ppmv para el
2100. Si se consideran ciertas
incertidumbres, este rango de
concentración podría oscilar entre
490 y 1 260 ppmv. Al aumentar
la cantidad de CO2 en el aire, los
océanos y los suelos absorberían
cada vez menos emisiones
antropogénicas de este gas, lo
que incrementaría aún más la
acumulación de las mismas en
la atmósfera
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