Kioto después de Kioto
Un acuerdo sobre compromisos en materia de financiamiento afecta otro de los resultados
esperados de Doha: la continuación del Protocolo de Kioto.La Unión Europeaha indicado su
disposición de continuar con un segundo periodo del protocolo, pero solo si se logra dar fin a la
ronda de negociaciones que inició en 2007 (la ronda de Bali). El problema es que esta última
incluye temas de financiamiento, y los países del G77 y China (naturalmente) insistirán en
garantías sobre la trayectoria de financiamiento, antes de acordar el cierre de la ronda de Bali.
Muy probablemente, este tema será materia de discusión de las últimas horas dela COP18, y
seguramente no se resolverá hasta la madrugada del próximo sábado.
Las trabas para acordar un segundo periodo del Protocolo de Kioto reflejan el reto
fundamental y permanente de estas negociaciones: cómo incrementar las reducciones de
emisiones a corto plazo (de aquí al 2020) de acuerdo con las necesidades para evitar el
aumento de la temperatura que generaría un cambio climático irreversible y catastrófico.
Solo
en los últimos meses la Organización Meteorológica Mundial, el Banco Mundial, y la Agencia
Internacional de Energía han reiterado la importancia de evitar un alza más allá de2°C,
alertando que aún estamos lejos de lograrlo.
En privado, los gobiernos y sus negociadores reconocen que no se está logrando el objetivo
central dela Convenciónde Cambio Climático, que obliga asegurar que el cambio climático no se
vuelva una amenaza para la seguridad alimentaria. Un buen ejemplo fue la sequía en los EEUU
este año, que costó hasta el 1% de su PIB y provocó incrementos en los precios de alimentos
en todo el mundo.
Pero a pesar de estas advertencias sumamente preocupantes, no se han observado grandes
cambios en las posiciones de los países reunidos en Doha, o en la urgencia con la cual están
tratando los temas de la agenda. Australia se sumaría a un segundo periodo del Protocolo de
Kioto, pero sigue con intenciones de lograr el nivel mínimo de la banda de mitigación anunciada
en 2009.
A pesar de la reelección de Obama, los EE.UU. sostienen que no hay posibilidad de
revisar e incrementar sus esfuerzos de mitigación antes del 2020. Por tanto, en vez de cambiar
la tendencia para lograr limitar las emisiones globales a menos de 44 giga toneladas de carbono
por año en 2020 –que el PNUMA dice hace falta para evitar un incremento mayor a 2°C antes
de fines de siglo–, seguimos avanzando hacia las 55 giga toneladas, lo que implicaría un
calentamiento de 4° a 6°C, con todas las consecuencias señaladas por el Banco Mundial y
otros observadores.
Revertir las tendencias políticas al centro de las negociaciones dependerá de un clamor
más contundente de los ciudadanos de este mundo globalizado y no solo de los agricultores
afectados. Si no se vuelve preocupación electoral y prioridad de Estado, como lo es hoy día el
crecimiento económico, difícilmente veremos cambios mayores en la trayectoria tan
desastrosa hacia la cual se dirige el planeta.
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