Las cuencas hidrológicas pueden servir como sistemas efectivos de captación y evacuación
de agua, nutrientes y sedimentos, sustento de la vida en el planeta. Su adecuado
funcionamiento depende de su estado físico que representa grandes ventajas operativas
para la girh, tales como: captación y abastecimiento de agua, asimilación de contaminantes,
mitigación de los efectos de eventos extremos, suministro de agua y alimento a
comunidades más vulnerables, y para mantenimiento y aumento de la cobertura
vegetal, medida de gran importancia no solo para la adaptación, sino también en la
estrategia de mitigación del cambio climático. Esta contribución del medio natural a la
operación de los sistemas de agua se denomina “infraestructura natural” e incrementa
la resiliencia ante eventos extremos. Las obras estructurales deben complementar, en
mayor o menor medida, esta infraestructura natural pero no reemplazarla.
El manejo adecuado del territorio resulta indispensable para mantener cuencas sanas que
provean sus servicios como infraestructura natural.
La integración del manejo del agua y
el territorio es un reto importante de la adaptación del manejo del agua al cambio climático
que debe garantizar la protección de ecosistemas terrestres y acuáticos y detener el
cambio de usos del suelo y la deforestación (Landa, 2008; Magaña et al., 2011). La girh
presenta un gran potencial como medida para gestionar el cambio de usos del suelo. En
muchos casos, la sobrexplotación de acuíferos está directamente asociada con este cambio:
la apertura de tierras agrícolas está relacionada de una manera u otra con permisos de
extracción; en otros casos, los asentamientos urbanos irregulares encuentran cabida si el
suministro de agua se encuentra asegurado. La planeación conjunta del manejo del agua
y del territorio es indispensable y complementaria, y facilita la regulación, lo que representa
menor vulnerabilidad y aumenta la resiliencia [capítulo 3].
En este ámbito, los programas de pago por servicios ambientales que incentivan la
conservación de los bosques en zonas de captación son una de las acciones ampliamente
desarrolladas y aceptadas de los últimos años, y que además representan un
beneficio para comunidades marginadas. La conservación de las cuencas proporciona
beneficios para la gestión del recurso como la captación y recarga de cuerpos de agua,
control de sedimentos y regulación del ciclo hidrológico, de especial relevancia para el
control de lluvias extremas.
Las iniciativas de pago por servicios ambientales hidrológicos amplían la concepción
de los servicios de agua potable a la cuenca e internalizan sus costos, como un elemento
más de la cadena de valor que va de la captación hasta la descarga. Los programas de
este tipo están ampliamente desarrollados en muchos países. Costa Rica fue pionero en
su implementación y un modelo a seguir. En México, desde hace siete años se desarrolla
un programa federal que ha canalizado 400 millones de dólares estadounidenses, provenientes
de la recaudación por concepto de derechos por uso del agua, al pago por la
conservación de 2.7 millones de hectáreas de bosques y selvas y que benefician a 5,400
ejidos y comunidades del país. Durante este periodo, se ha logrado reducir a la mitad la
tasa anual de deforestación. En Brasil, además de iniciativas regionales y locales, la ana
ejecuta un programa nacional con un presupuesto de alrededor de 20 millones de
dólares estadounidenses (brl 34 millones) para el periodo 2012-2014.
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