El elemento indispensable en toda acción de adaptación, no sólo en el ámbito del agua y
los ecosistemas, es la capacidad social para participar y construir instituciones confiables
y efectivas que puedan reconocer o desarrollar procesos legítimos y transparentes
[capítulo 5].
En términos generales, la resiliencia social e institucional se verá favorecida con acciones
no estructurales que acompañen en su justa medida las acciones estructurales. De esta
manera se podrán asegurar condiciones de equidad y eficiencia en el aprovechamiento
del agua, que incrementen la capacidad para responder a situaciones adversas y puedan
mantenerse en un estado de mínimo impacto para todos. Acciones como la formación
de entidades y mecanismos de participación, esquemas tarifarios equitativos, esquemas
flexibles y transparentes de asignación de agua y la eliminación de subsidios perversos
son algunos ejemplos válidos.
En este ámbito, cobra particular relevancia la generación y difusión de información
adecuada para cada sector o grupo interesado [capítulo 1].
El conocimiento favorece
la resiliencia, la ignorancia nos hace vulnerables. La factibilidad de establecer cualquier
medida de adaptación y llevarla a la práctica está en función de la participación informada
de la sociedad, mediante procesos incluyentes, que generen conciencia y responsabilidad
en torno al cuidado del agua en el ambiente como bien común y meta de
sustentabilidad y transparencia de todos.
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