A partir de estas "burbujas de aire fósiles" se cal-
culó que la concentración de C02 al comienzo de
la era industrial era del orden de 290 ppmv y que
anteriormente había variado entre 190 ppmv y 280
ppmv. Nunca anteriormente se habían registrado
concentraciones superiores a los 300 ppmv, como
ocurre en la actualidad, exactamente 367 ppmv.
En el transcurso de los últimos cien años se ha re-
gistrado un calentamiento de la atmósfera de entre
0,3 °C a 0,6 °C y se ha constatado un retroceso
de los glaciares de montaña y una elevación de 1
a 2 mm al año en el nivel del mar.
Por todo lo anterior se puede concluir que el ser hu-
mano influye en las concentraciones de efecto in-
vernadero.
Ya en 1896 el científico sueco Svente Arrhenius advir-
tió que la quema de los combustibles fósiles supondría
un aumento de los niveles atmosféricos de dióxido de
carbono (C02), aumentando el efecto invernadero.
Por otro lado está aceptado por la práctica totalidad
de la comunidad científica el hecho de que a partir
de la Era Industrial las concentraciones de GEI en la
atmósfera han aumentado más de lo que hubiera sido
por causas naturales exclusivamente, debido princi-
palmente a la quema de combustibles fósiles para el
suministro energético. Los datos reflejados en la gráfi-
ca anexa apuntan a un aumento desde aproximada-
mente los 280 ppmv en el año 1850 hasta los 367
en la actualidad. Atendiendo al registro de informa-
ción de más antigüedad, nos encontramos en una
fase climática en la que por causas naturales nunca
se hubiera podido llegar a esta tasa de aumento.
La Figura 7 sobre las concentraciones atmosféricas de
C02 muestra que la tendencia se ha acelerado espe-
cialmente en el último medio siglo, coincidiendo pre-
cisamente con un aumento espectacular en el consu-
mo de energía mediante fuentes no renovables. Hay
que recordar que todo proceso de combustión lleva
aparejado indefectiblemente la producción de C02.
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