Las concentraciones en la atmósfera de los gases
de efecto invernadero han variado a lo largo de la
historia de nuestro planeta por causas naturales,
como lo demuestran los análisis del aire atrapado
en testigos de hielo del Antártico. Sin embargo, durante los mil años anteriores a la Revolución Industrial su concentración fue relativamente constante.
A partir de mediados del siglo XVIII, tras la Revolu-
ción Industrial, las emisiones de gases de efecto in-
vernadero a la atmósfera han ido aumentando sin
control debido fundamentalmente a la utilización de
combustibles fósiles.
Desde las primeras calderas de carbón utilizadas en
la industria y los transportes, a las actuales centrales
térmicas para la producción de electricidad, los au-
tomóviles, los aviones..., la utilización de combusti-
bles fósiles (carbón, derivados del petróleo y gas na-
tural) ha venido incrementándose continuamente,
ligada al progreso y desarrollo de nuestra sociedad.
En la reacción química de combustión de estos
compuestos además de energía en forma de calor
y otros productos, se produce C02 que se emite a
la atmósfera.
A finales de los años 50 se iniciaron una serie de
mediciones de la concentración de C02 en la at-
mósfera para lo que se eligieron ubicaciones aleja-
das de las fuentes de emisión, entre ellas el volcán
Mauna Loa en la isla de Hawai. La curva de las
concentraciones allí medidas durante las últimas dé-
cadas, muestran sin lugar a dudas un aumento
constante de la concentración de C02 en la atmós-
fera, pasando de 315 ppmv a 369 ppmv en 1998.
Los picos en esta gráfica reflejan la variación de
C02 estacional debido a la absorción de las plan-
tas de hoja caduca.
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