La existencia de la vida en el planeta Tierra, tal y
como hoy la conocemos, es una consecuencia de
un buen número de circunstancias básicas coincidentes junto con una evolución de miles de millones
de años en la que los organismos vivos y el medio
han interaccionado mutuamente.
El medio, mejor dicho los numerosísimos medios del planeta, condicionan la variabilidad de las especies en cada lugar, y éstas a su vez influyen decisivamente en las características de los ambientes que los albergan. La atmósfera actual, en la cual el oxígeno es uno de los gases dominantes, es fruto de la acción de los primeros seres autótrofos fotosintéticos, es decir de aquellos que consiguieron obtener la energía del Sol para su supervivencia, emitiendo oxígeno como subproducto.
Los seres vivos que conocemos funcionan según unos mecanismos genéticos y bioquímicos comunes que hacen posible su existencia en un rango de temperaturas estricto que coincide casi siempre con el estado líquido del agua. Muy pocas especies son capaces de sobrevivir en torno a la temperatura de congelación del agua, o cuando este vital elemento se acerca a su punto de ebullición.
Sin embargo, las temperaturas en el Universo van
desde el llamado cero absoluto (-273 °C) hasta los
varios millones de grados que se dan en el centro
de una estrella ordinaria, fruto de las reacciones
termonucleares que allí se producen. Esta claro
pues que el rango de temperaturas adecuadas para
la vida es muy estrecho.
Según la realidad conocida, los planetas aptos para
la vida deberán tener atmósfera y también poseer
unas determinadas características para retener el su-
ficiente calor de una estrella que a su vez no puede
estar ni demasiado cerca ni demasiado lejos.
El medio, mejor dicho los numerosísimos medios del planeta, condicionan la variabilidad de las especies en cada lugar, y éstas a su vez influyen decisivamente en las características de los ambientes que los albergan. La atmósfera actual, en la cual el oxígeno es uno de los gases dominantes, es fruto de la acción de los primeros seres autótrofos fotosintéticos, es decir de aquellos que consiguieron obtener la energía del Sol para su supervivencia, emitiendo oxígeno como subproducto.
Los seres vivos que conocemos funcionan según unos mecanismos genéticos y bioquímicos comunes que hacen posible su existencia en un rango de temperaturas estricto que coincide casi siempre con el estado líquido del agua. Muy pocas especies son capaces de sobrevivir en torno a la temperatura de congelación del agua, o cuando este vital elemento se acerca a su punto de ebullición.
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