La miopía gubernamental y corruptelas industriales ya se recienten en países de Europa y
el mundo donde los estallidos sociales suceden a diario como consecuencia del incesante
aumento en el costo del precio de los alimentos y los servicios, aparejado al desempleo y
el resurgimiento de una infamia mayor: la hambruna, toda vez que cada día menos
extensiones territoriales se cultivan, lo cual rompe con el precepto universal del “derecho a
la alimentación”, pues países como México se ven en la disyuntiva de cambiar petróleo por
comida, mientras que los que no tienen hidrocarburos simplemente exportan a sus
connacionales.
Por ello es de lamentar que “gobiernos democráticos” en el mundo sigan resistiéndose a
atender un problema que amenaza la subsistencia de la propia especie humana, en donde
lo imperativo es detener el incesante “cambio climático” en base a la innovación técnica y
científica no disparates discursivos ni demagogia parlamentaria, pues es más fácil
gobernar y producir riqueza nacional con el pueblo de su lado, con el estomago lleno; que
lleno de irá y rencor que proceden de la desigualdad social y la ingobernabilidad, donde
pocos lo tiene todo y muchos nada, ni siquiera lo indispensable para sostenerse ellos y sus
familias.
Y es que estamos en el filo de que los gobiernos tomen las medidas necesarias que den
viabilidad al mundo, pues de seguir resistiéndonos a hacerlo en 2025 la temperatura global
subirá entre dos y tres grados, con consecuencias apocalípticas: derretimiento de los polos
y el aumento en el nivel de los mares; erosión de la tierra por la sequía e imparables
incendios en los disminuidos bosques; mortandad de millones de plantas y animales;
incremento del número de pobres e ingobernabilidad.
Y como ejemplo, 2 grados más en la
temperatura ocasionarían la desaparición de Cancún, Acapulco, Los Cabos, Miami y Londres.
En latinoamérica, el Banco Mundial prevé el deshielo de glaciares de los Andes que tendrá graves
repercusiones económicas para la disponibilidad de agua y la energía hidroeléctrica en el Cono Sur,
que a este ritmo el calentamiento ocurrirá en 2020. Y en la lista de daños también se incluyen desde el
blanqueamiento de los arrecifes de coral caribeños (fenómeno, producido por el aumento de la
temperatura del mar, que afecta ya al 65% de las especies de peces en la región), hasta la extinción
del bosque pluvial del Amazonas, que transformará en llanuras y desierto el área verde más
importante del planeta; último pulmón de la humanidad.
Erosión que facilita la multiplicación e intensidad de los huracanes y ondas tropicales, cuyo número y
frecuencia crecen sin parar desde 1995; después de 4 décadas de relativa tranquilidad. Situación a la
que nuestro país también es vulnerable a despiadadas inundaciones, de ahí que mientras en el norte
poblaciones viven hambruna por la sequía, en el sur de México se pierden miles de hectáreas por los
desbordamientos de los ríos, afectando la producción de alimentos y la economía nacional, para lo
cual el Banco Mundial alerta que somos uno de los países más expuestos a este fenómeno por estar
rodeados de agua.
Situación indignante que pone al país a punto del colapso socioeconómico, ya que debido a la
incapacidad gubernamental y los constantes enfrentamientos partidista se siguen posponiendo
acciones conjuntas que atiendan crisis como en Durango en donde a causa de la sequía la
desnutrición infantil se ha incrementado cada año, pues durante 2011 alrededor de 2.6 millones de
personas de 1,650 pueblos y ciudades del norte de México se quedaron sin agua para beber;
casualmente las regiones indígenas más pobres del país, donde no se invierte. Y para no variar, las
perspectivas de Conagua para 2012 son "más bien preocupantes”, dijeron.
Lo más grave del asunto es la falta de compromiso de las autoridades, ya que según el informe “La
economía del cambio climático” de la UNAM, el costo de no hacer nada en contra del cambio
climático equivale a tres veces lo que costaría mitigarlo; según esto, México tiene que gastar de 0.7 a
2.21% de su Producto Interno Bruto anual (es decir, hasta 224,000 millones de pesos al año) en
reducir 50% sus emisiones para no perder 6.2% del PIB por los impactos medioambientales, lo que
representa un costo mayor de 630,000 millones por año, debido a la incapacidad federal para
impulsar programas y acciones efectivas.
Pero la culpa no sólo es del gobierno federal, los estados también han dejado de hacer lo suyo.
Un
ejemplo claro es Marcelo Ebrard que desde el Gobierno del DF impulsó el “Pacto de la Ciudad de
México”, que con una visión de estadista global desde hace 6 años diseñó y puso en marcha
programas conjuntos con la iniciativa privada para atender este grave problema, de ahí que durante la
segunda Sesión Ejecutiva de la Comisión de Medio Ambiente de la Conago, el político de izquierda
se refirió al “cambio climático como un tema de seguridad nacional, más que de ecología”… pero aquí
la duda: ¿Cuándo lo entenderán y trabajarán el ello?
El cambio climático es el reto más grande que ha
enfrentado la humanidad
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