Los efectos del cambio climático no están distribuidos uniformemente y las proyecciones
dependen del modelo usado, variando entre un aumento de 1 y 6 grados de temperatura
hacia finales del siglo xxi. Existe mayor incertidumbre en las proyecciones respecto a las
precipitaciones, lo que podría implicar, en casos extremos, la toma de decisiones sobre la
conveniencia de prepararse para una inundación con acciones como la mejora del drenaje,
o la necesidad de modernización del riego en caso de una sequía.
El cambio climático
tendrá consecuencias económicas serias; algunos estudios pronostican que para el 2025
habrá pérdidas en el Producto Interno Bruto (pib) en áreas como la agricultura, la pesca,
la electricidad y la infraestructura de alrededor de 7.3% en Bolivia, 4.5% en Colombia,
6.2% en Ecuador y 4.4% en Perú. (can, 2008).
En América Latina, factores climáticos y no climáticos tales como el crecimiento demográfico,
la dependencia económica de la producción agrícola y el aumento de la contaminación,
plantean retos que requieren de acción inmediata no sólo para adaptarse al
cambio climático, sino para hacer posible el desarrollo al largo plazo.
La combinación del
cambio climático y del crecimiento demográfico se refleja en los estudios realizados con
base en los escenarios del ipcc, que estiman que el número de personas que viven en
ambientes con un alto grado de presión sobre los recursos hídricos (por ejemplo con menos
de 1,000 m3 per cápita por año) en América Latina podría incrementar de 22.2 millones en
1995, a entre 34 y 93 millones para el 2020 y entre 101 y 200 millones en 2050 (Arnell, 2004).
América Latina ha visto un incremento en los extremos climáticos, tales como sequías,
inundaciones y desastres relacionados en 2.4 veces entre inicios de los años 70 y finales de
los 90. Esta tendencia continúa a inicios del siglo xxi. Un análisis regional respecto a
menos de una quinta parte de los eventos ocurridos en los primeros cinco años de este
siglo estimó las pérdidas económicas que éstos ocasionaron en 20 mil millones de dólares
estadounidenses (Nagy et al., 2006). Se ha observado que en el sureste de América Latina,
el nivel del mar ha aumentado entre 2 y 3 mm al año durante los últimos 10 ó 20 años.
Grandes partes de las Américas son vulnerables en gran escala a anomalías en la precipitación
debido al fenómeno del El Niño y La Niña –Oscilación Sur (enso). Se espera que la
intensificación del fenómeno enso tenga un impacto significativo en el clima de la región.
En Brasil en el 2001, la combinación del aumento de la demanda para la energía y las sequías
resultó en apagones generalizados y contribuyó a la reducción del pib.
Los modelos de
distribución de la malaria, el dengue y la leishamaniasis vector cutánea apuntan a cambios
en los límites geográficos de transmisión (Bates et al., 2008); mientras que un aumento en
la precipitación y en los niveles de humedad tuvo un efecto negativo en la producción
agrícola en Perú a través de la propagación de enfermedades micóticas, por el contrario,
en la región de las Pampas de Argentina tuvo un efecto positivo en la productividad, por
citar dos ejemplos.
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